(Discurso de Omar Moraga, a nombre del Centro de Ex-Alumnos y Amigos Del Liceo Eduardo de
Valparaíso, 24 de Mayo de 2007.
Comparezco a esta ceremonia en representación del Centro de Ex - Alumnos y Amigos del Liceo Eduardo de
Quienes tuvimos la suerte de ser primeramente alumnos de don Mario, luego copartícipes en
Cuando fuimos sus alumnos, en aquellos lejanos años de nuestra adolescencia, la figura de don Mario nos imponía un temor reverencial, que nos obligaba a atender aplicadamente sus explicaciones sobre las combinaciones de los elementos químicos y las fórmulas de los ácidos resultantes, sin tener en ese momento el entendimiento necesario para obtener otras lecciones de mucha mayor relevancia que el maestro nos entregaba subliminalmente. Ya adultos, comprendíamos al fin esas otras lecciones, tan necesarias para enfrentar la vida rigurosamente, con tenacidad, con responsabilidad, con honestidad, valores todos que el profesor sembró soterradamente en nuestros juveniles espíritus, germinando plenamente en nuestra adultez, momento en que la figura del profesor alcanzó la dimensión de maestro.
Por ello insistimos en que la ausencia de don Mario solo será física, ya que en nuestro espíritu su presencia continuará inalterable, por cuanto conforma en el una huella imborrable.
Para nuestro Centro, la presencia de don Mario era un factor aglutinador de ex - liceanos. Su ausencia no puede constituir en un elemento disociador. Por el contrario, su espíritu puede y debe ser en lo sucesivo el horizonte de nuestro actuar, a fin que todos los liceanos que no alcanzaron a conocer a don Mario, reciban desde e! mas allá las lecciones del maestro.
Por lo dicho, no nos podemos despedir de don Mario, sólo nos alejaremos físicamente de él, pero aún cuando esta separación sea sólo material, su ausencia, como dijo el poeta, dejará en nuestros corazones un vacío, que ni toda el agua del río puede volver a llenar.
Gracias.
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